Introducción
Hoy día, muchas de las actividades físicas practicadas por gran parte de la población se acompañan de música. La inmensa mayoría de las actividades dirigidas de los centros polideportivos (aeróbic, salsa, funky, etc) tienen un telón musical de fondo, a todos nos es familiar la imagen de un corredor urbano con auriculares escuchando música mientras entrena, y muchos deportistas de elite afirman "sentirse mejor preparados" para afrontar una competición, si previamente se han "estimulado" con su música favorita1-3. ¿Existe alguna razón fundamentada para ello? ¿Se hace sólo por distraerse? ¿Por evadirse? ¿Puede poseer la música un "efecto ergogénico"?
Este artículo de revisión está estructurado de la siguiente forma: inicialmente, se presentan los primeros estudios realizados sobre música y mejoría del rendimiento deportivo, que datan de muchos años atrás, de ahí su sencillez en la elaboración y aplicación de métodos y protocolos. En este sentido, tal y como aclaran Karageorghis y Ferry4 en su excelente revisión sobre el tema, "los estudios previos al año 1972 carecen de una base metodológica sólida y presentan numerosas limitaciones". Se irá progresando a lo largo del tiempo y los trabajos comenzarán a realizarse de manera más compleja (ergometrías más elaboradas, determinaciones bioquímicas, etc). Se describirán los estudios más significativos a la vez que se referencian otros cuyos hallazgos sean similares o dispares a los presentados. Se han separado en diferentes apartados las diversas cualidades físicas estudiadas y las diferentes maneras de aplicar música al ejercicio (ejercicio cardiovascular submáximo, con análisis bioquímicos y hemodinámicos, con diferentes tipos de música; ejercicio supramáximo; ejecución óptima del gesto deportivo; diferentes grupos de edad; ejercicio isométrico; aspectos psicofisiológicos) (tabla I).
Antecedentes
Para encontrar trabajos que empiecen a relacionar el efecto de la música con el rendimiento deportivo hay que remontarse a alrededor de 100 años atrás, concretamente a 1902, cuando MacDougal5 postuló que el ritmo de la música ayudaba a la ejecución de un movimiento. Estudios posteriores6-8 observaron que la melodía y el ritmo (anexo) de la música son las 2 cualidades más importantes en el disfrute musical. Años más tarde, los trabajos de Dillon9 (1952) y Beisman10 (1967) otorgan a la música un papel de ayuda en el aprendizaje de nuevas habilidades motoras. La primera vez que la literatura médica recoge el término "ergogénico", atribuido a la música, se da en el artículo de revisión de Lucaccini y Kreit11. Este posible efecto "ergogénico" parece poder explicarse según las teorías de la "percepción selectiva"12 y de la "atención focalizada"13, según las cuales el sistema nervioso puede atender únicamente a un estímulo (musical, en este caso) a expensas de discriminar el resto de estímulos envolventes14-16. Según lo anterior, y sabiendo que, hoy por hoy, mediante la estimulación del sistema nervioso central (animando al deportista), la aparición de la fatiga puede retrasarse17, se plantea una cuestión interesante: ¿puede tener la música influencia en el rendimiento deportivo? ¿Se le puede atribuir un cierto poder ergogénico?
Desarrollo
Ejercicio cardiovascular submáximo y ritmo musical
En la década de los años ochenta aparecen trabajos18,19 que consideran la frecuencia cardíaca (FC) como un indicador del ritmo intrínseco del individuo. Por otro lado, varios estudios20,21 exponen la tendencia a preferir ritmos musicales entre 70 y 100 bpm, por parte de la inmensa mayoría de la gente. Posteriormente, se intentó relacionar ambos hallazgos, de manera que la preferencia de un ritmo musical va condicionada por la FC basal del individuo. Varios estudios, por esas fechas22-24, y más recientemente Iwanaga25 (1995) parecen haber hallado una correlación positiva entre la FC y el ritmo musical preferido.
Existen varios estudios fechados entre 1955 y 197610,26-28 que encontraron un aumento del trabajo físico submáximo, si éste podía sincronizarse con el ritmo de una música. Un ejemplo de lo anterior es el trabajo clásico de Anshel y Marisi29 (1978). Treinta y dos estudiantes de educación física (16 varones y 16 mujeres) realizaron, cada uno de ellos, 3 pruebas de esfuerzo submáximas en cicloergómetro separadas entre ellas una semana. La ergometría realizada consistió en una PWC170 y se les solicitó pedalear a 50 revoluciones/min. Las condiciones en las que se realizaron los 3 tests fueron:
- Prueba A: música cuyo ritmo (100 bpm) servía de guía a los sujetos a modo de ritmo de pedaleo (50 bpm).
- Prueba B: música cuyo ritmo (125-135 bpm) difería del de pedaleo (50 bpm), aunque éste venía orientado por un estímulo luminoso (100 bpm).
- Prueba C: sin música, pero con estímulo luminoso (100 bpm) a modo de guía.
El estilo musical elegido fue rock (anexo), pues se pensó que podría ser la música preferida por la mayoría de los participantes conforme a su edad (19-22 años). El rendimiento se valoró según el tiempo total que los sujetos podían mantener el ritmo de 50 revoluciones/min a la potencia (vatios), correspondiente a una FC de 170 lat/min. Los resultados obtenidos mostraron un incremento significativo en el tiempo total de pedaleo en la prueba A (música rítmica) con respecto a las pruebas B (p < 0,05) y C (p < 0,01) y sin diferencias significativas entre las pruebas B y C (p < 0,01). Varios estudios5,26-28 hablan de la hipótesis consistente en la existencia de una predisposición innata e inconsciente en el ser humano a sincronizar movimientos corporales con el ritmo de una música. El hombre tiende a sincronizar rítmicamente sus movimientos. En esta línea, se posiciona el trabajo de Mertesdorf30, que encuentra mayor facilidad para pedalear en cicloergómetro mediante música rítmica a 130-140 bpm que mediante la audición de sonidos rítmicos (pero no musicales) también a 130-140 bpm.
Música, rendimiento deportivo y parámetros hemodinámicos y bioquímicos
Muy interesante es el trabajo de Szmedra y Bacharach31, por la exquisita complejidad en la elaboración del estudio, pues en éste se analizan, además, parámetros bioquímicos como la concentración de lactato y de catecolaminas. Diez varones (edad ± desviación estándar [DE], 25,1 ± 6 años), bien preparados físicamente (volumen máximo de oxígeno) [(VO2 máx], 63,4 ± 7,9 ml/kg/min) participaron en el estudio. Cada uno de ellos realizó 2 pruebas de esfuerzo submáximas (70% VO2 máx) en tapiz rodante de 15 min de duración, una sin música y la otra escuchando música clásica (anexo). Se objetivaron menores FC, de esfuerzo (4,6%) y de recuperación (9,8%), y una menor presión arterial sistólica (4%) durante las pruebas acompañadas de música. También fueron inferiores las concentraciones en sangre de lactato (22,5%) y de catecolaminas (17,5%), aunque esta última no lo fue significativamente. También fue menor la percepción subjetiva del esfuerzo realizado mediante la escala de Borg32 (un 10% menor). Esto último es la base que utilizan los autores para justificar los hallazgos anteriores mediante la siguiente hipótesis: la menor percepción de esfuerzo iría en relación con una respuesta simpática al ejercicio atenuada por el efecto "relajante" de la música; la menor actividad simpática (menor concentración de catecolaminas circulantes) conllevaría una vasoconstricción arteriolar menor, lo que favorecería una mejor perfusión al músculo esquelético en actividad (con menor producción de lactato y mejor aclaramiento) y menores respuestas cronotrópica y tensional. Siguiendo en la misma línea, algunos trabajos han constatado una disminución de hormonas de estrés (betaendorfinas y cortisol), con un acompañamiento musical33,34.
Ejercicio cardiovascular submáximo y diferentes tipos de música
Copeland y Franks16 estudiaron el efecto sobre el rendimiento físico de 2 tipos diferentes de música más un grupo control (sin música). Para ello, realizaron una ergometría en tapiz rodante con un protocolo cardiológico (protocolo de Franks35) a 24 jóvenes sanos (13 mujeres y 11 varones) hasta la fatiga. Los sujetos se distribuyeron aleatoriamente cada uno a uno de los siguientes 3 grupos:
- Prueba A: música a alta intensidad (75-85 dB), y con ritmo rápido (140 bpm, aproximadamente).
- Prueba B: música a baja intensidad (60-70 dB) y lenta (alrededor de 100 bpm).
- Prueba C: sin música.
Las variables estudiadas fueron la FC, la sensación de esfuerzo percibido (escala de Borg) y el tiempo total hasta la fatiga. Los resultados obtenidos muestran que la FC durante el ejercicio submáximo es menor en la prueba B (con música suave y lenta) que en las pruebas A y C. Esto parece estar de acuerdo con trabajos previos36, que postulaban un incremento menor de la FC de ejercicio con música de baja intensidad con respecto a ejercicios con música a alta intensidad. También parece existir una menor sensación del esfuerzo percibido en la prueba B que en las otras 2, aunque sólo significativo en el ejercicio de intensidad moderada. También se evidencia una mayor distancia recorrida en las pruebas con música acompañante respecto a la prueba control, aunque sólo es estadísticamente significativa la prueba B. Una de las razones que exponen los autores para justificar las diferencias encontradas es que la música actúa como un estímulo capaz de focalizar la atención del sujeto y aislarlo del resto de estímulos externos, a la vez que atenúa la sensación de cansancio en el individuo. Esta explicación iría en conformidad con la expuesta por Pennebaker y Lightner15 y Hernández-Peon13. Valorar cómo influía la música en el incremento de la FC durante el ejercicio también fue el objetivo del trabajo de Dorney et al37, en 1992, donde se obtuvieron resultados similares a los del estudio antes descrito: la FC de ejercicio era menor significativamente (p < 0,05) en los tests de esfuerzo, acompañados de música (tanto con música clásica como moderna) que en los controles (sin música).
Sin embargo, otros no hallan diferencias en el aumento de la FC en esfuerzos submáximos: en ejercicios en tapiz rodante con música barroca (anexo) (ritmo lento, de 60 bpm), con música rock (ritmo de 152 bpm) ni sin música38; ni en pruebas de esfuerzo en bicicleta pedaleando a una intensidad del 75% VO2 máx39 o en otros estudios llevados a cabo en cicloergómetros40.
Se ha formulado la hipótesis de que la música favorita pueda ejercer un efecto más positivo sobre el rendimiento de una persona que no una no favorita. Gfeller41 lo comprobó con un grupo de 70 estudiantes, el 91% de los cuales refirió mejor rendimiento físico y menor sensación de incomodidad física ejercitándose con su música favorita. Sin embargo, hay trabajos posteriores que muestran resultados opuestos, como el de Patton42, realizado durante clases de aeróbic-step y el de Crust43, de 2004, llevado a cabo con 15 estudiantes (mujeres y edad 19,5 ± 1,3), en tapiz rodante.
Ejercicio cardiovascular máximo y música
Szabo et al44, en 1999, sometieron a 24 varones y mujeres a pruebas de esfuerzo en cicloergómetro escuchando diferentes tipos de música: música a ritmo lento, música con ritmo alto, música con un ritmo progresivo de lento a rápido y música con ritmo de rápido a lento. En los últimos 2 casos, el cambio de ritmo musical se realizó al alcanzar el 70% de la FC máxima de reserva. Se logró mayor potencia de pedaleo en los casos en que los deportistas escucharon música con ritmo alto y, junto con la música que progresaba a ritmo rápido desde lento, fueron las preferidas por los participantes para ejercitarse.
Recientemente, Atkinson et al3 realizaron un estudio con una metodología algo distinta a la utilizada en trabajos previos. Dieciséis varones (25 ± 5 años) participaron en él. La prueba consistió en pedalear 10 km en bicicleta estática en el menor tiempo posible. No se finaliza el test al alcanzar la fatiga máxima ni se trabaja a una carga constante sino que se intenta simular lo más posible una situación deportiva real (time trial). Ocho realizaron primero la prueba sin música y al cabo de una semana con música. El resto se ejercitó a la inversa. La música utilizada fue trance (anexo), a un ritmo de 142 bpm. La velocidad media, la potencia media, la FC media y la percepción del esfuerzo realizado fueron significativamente mayores (p < 0,05) en la prueba con música acompañante. Los autores llaman la atención acerca de la tendencia generalizada por parte de los sujetos a realizar los 3 primeros km de la prueba con música a velocidades iniciales mucho mayores que la prueba sin música, lo que podría conllevar un gasto inadecuado de energía en la competición real, si no puede mantenerse el mismo esfuerzo hasta el final por lo que tal vez la música pudiera funcionar como un estimulante negativo. Para los autores, la metodología aplicada en trabajos previos no permite que el deportista autorregule su esfuerzo y quizás la menor fatiga percibida se dé en condiciones de menos esfuerzo que en una situación real.
Ejercicio supramáximo y música acompañante
Pujol y Langenfeld45 estudiaron la influencia en el rendimiento en un ejercicio supramáximo mediante el test de Wingate y no se evidenciaron diferencias significativas en potencia máxima, potencia media e índice de fatiga entre un test sin música y otro con música. La variedad musical ofertada a los participantes (12 varones y 3 mujeres, con una edad media ± DE de 24 ± 3,4 años) fue new wave, rock y pop (anexo), y cada sujeto pudo escoger la preferida. Las 3 tenían el mismo ritmo (120 bpm).
Un protocolo similar utilizaron algunos años más tarde (2003) Yamamoto et al46. Seis varones escucharon música con ritmo rápido y ritmo lento en 2 ocasiones diferentes durante 20 min antes de realizar un test de Wingate. En ambas situaciones la potencia media obtenida no fue significativamente distinta y en los 2 casos las concentraciones plasmáticas de catecolaminas y lactato fueron similares.
Ejecución óptima del gesto deportivo y música
Anteriormente se ha citado el papel de la música como ayuda en el aprendizaje de nuevas habilidades motoras5,9,10. Hay trabajos que relacionan la música con una mejor ejecución del gesto deportivo, como el de Ferguson et al1 realizado con karatekas. Diez varones y 4 mujeres de entre 11 y 65 años de edad (31,7 ± 12,6) y con una experiencia en este deporte de entre uno y 18 años (6,6 ± 4,9) participaron en el estudio. Cada uno de ellos realizó una kata en 3 ocasiones, cada una de las 3 después de 1 min de audición de música con ritmo alto, música con ritmo lento y sin música. Los trabajos de Lipschultz y Chambliss47 (datos sin publicar, citados en Ferguson et al1) estudiaron las emociones que se asociaban a diferentes ritmos musicales:
- Música con ritmo alto: música "positiva": sensaciones descritas de "felicidad, inspiración y satisfacción".
- Música con ritmo lento: música "negativa": sensaciones más asociadas a "tristeza, insatisfacción y falta de motivación".
La perfección en la ejecución de la kata la evaluaron 2 profesores con alta experiencia en el kárate. Ambos desconocían si los karatekas habían oído música anteriormente, y cuál, o no. El resultado fue que la kata realizada tras la audición de música positiva era significativamente mejor ejecutada que la efectuada sin haber escuchado música (p < 0,01). Lo mismo para la realizada tras oír música negativa en comparación a la efectuada sin música previa (p < 0,01). Sin embargo, no hubo diferencias estadísticamente significativas entre las katas realizadas tras los 2 tipos de música.
Música y rendimiento deportivo en diferentes grupos de edad
También se ha estudiado el efecto de distintos tipos de música en el rendimiento deportivo en diferentes grupos de edad. El ejemplo es el trabajo de Becker et al2 (1994). Participaron en el estudio 20 niños de entre 9 y 11 años (10 niños y 10 niñas), 20 adultos jóvenes (10 varones y 10 mujeres) de 18 a 55 años de edad y 20 adultos de edad más avanzada (10 varones y 10 mujeres) de entre 60 y 80 años. Al total de la muestra se le asignó una pieza con ritmos musicales altos, un fragmento de música a bajo ritmo o ninguna. Escucharon estas piezas durante un minuto y al cabo de 2 min iniciaron el test de esfuerzo en cicloergómetro. La música mostrada a los participantes fue:
- Música con ritmo alto: un fragmento de los coros de Every little thing she does is magic, de The Police.
- Música con ritmo lento: un fragmento del inicio de Fire and rain, de James Taylor.
Los resultados obtenidos mostraron una mayor distancia recorrida en el grupo de niños y adultos jóvenes que previamente habían escuchado música con respecto a los que no. Esto no fue así en los adultos de edad avanzada, probablemente por no gustarles las selecciones musicales presentadas. Los autores concluyen que el efecto positivo de la música con el rendimiento físico pueda deberse a que ésta facilita un ritmo de pedaleo más eficaz durante la ejecución del test de esfuerzo, hipótesis que ya fue formulada por Anshel y Marisi29, en 1978, y citada anteriormente. En este estudio parece adquirir protagonismo nuevamente el hecho de ejercitarse con una música que resulte "familiar", hipótesis vista anteriormente en el trabajo de Gfeller41 (1988).
Ejercicio isométrico y música
En un artículo reciente, Crust48, 2004, estudia el efecto de la música en el ejercicio isométrico. Para ello 27 estudiantes varones (20,2 ± 1,7 años) se sometieron a un test de fuerza. Este consistía en mantener el mayor tiempo posible una anteversión de hombros a 90° con el codo en extensión con un peso de 2,2 kg. La música seleccionada fue música actual (año 2004) y con un ritmo de 120 bpm. Se formaron 3 grupos de 9 sujetos:
- Grupo A: sin música o expuestos a música previamente a iniciar al ejercicio.
- Grupo B: sin música o expuestos a ella en el momento de iniciar el ejercicio y durante la primera mitad de éste.
- Grupo C: sin música o expuestos íntegramente durante el transcurso del test.
Los resultados muestran mayor tiempo de trabajo en los grupos que escucharon música (p < 0,01), y en ellos el tiempo fue mayor (p < 0,05) en el grupo C, luego en B y finalmente en el A. El hecho de que el mejor rendimiento haya sido obtenido por el grupo que escuchó música durante todo el test es justificado una vez más por estos autores en el sentido que la música sirve de estímulo enmascarador de las sensaciones de fatiga y esfuerzo extenuante. Anteriormente, Kodzhaspirov et al49 habían mostrado que un 89,2% de levantadores de pesas rusos refirió mejorar la calidad de sus entrenamientos si éstos se acompañaban de música.
Karageorghis et al50 estudiaron la fuerza con un dinamómetro de mano tras la audición de música de tipo "estimulante" (ritmo de 134 bpm), música "relajante" (90 bpm) y sin música en un total de 50 sujetos (25 varones y 25 mujeres). Los resultados obtenidos en el sexo masculino muestran unos valores de fuerza significativamente mayores tras escuchar música "estimulante" y con la música "relajante" se registraron valores inferiores a los obtenidos sin música (p < 0,001); sin embargo, no se evidenció una correlación positiva entre género musical y sexo.
Psicología del deportista y música
A lo largo de esta revisión, y casi siempre a modo de conclusión final de muchos de los trabajos descritos, se ha ido haciendo referencia a efectos psicofisiológicos de la música en relación con el aumento del rendimiento físico. Los psicólogos del deporte a menudo recomiendan escuchar música como parte de la preparación mental del deportista a la competición o para disminuir la ansiedad previa51-53. Gfeller41 (1988) sugiere que el papel "ergogénico" de la música se encuentra si a ésta se evoca una asociación extramusical (p. ej., la banda sonora de la película Rocky ante un ejercicio intenso o la música de Carros de fuego, de Vangelis, a un evento olímpico tal y como propone Karageorghis4). De ahí que, más que de una característica de la música per se, estemos ante la interpretación y la vivencia personal positivas del deportista a una determinada música4. El hecho de que el rendimiento físico en un ejercicio submáximo pueda incrementarse con la ayuda de la música se podría explicar preferiblemente, tal y como anteriormente se ha comentado, según las teorías de la percepción selectiva12 y de la atención focalizada13, según las cuales el sistema nervioso puede atender únicamente a un estímulo (p. ej., musical) a expensas de discriminar el resto de estímulos ambientales envolventes14-16. Rejeski54 sugiere que ante los ejercicios a intensidades bajas son más fácilmente influenciables por condicionantes externos que los de alta intensidad. En cuanto a la relación entre sincronizar ritmo de ejercicio con el ritmo de la música que se está escuchando parece existir, tal y como ya se ha comentando con anterioridad5,26-29, una predisposición innata e inconsciente en el hombre a que así sea. También se ha observado una menor sensación de esfuerzo percibido en ejercicios submáximos16,39,40,55 y parece ser que este efecto es más notorio en individuos con un estilo de vida más sedentario, de manera que la música podría ejercer en ellos cierto papel euforizante y retardador de la fatiga4.
En relación con el efecto ansiolítico de la música comentado al inicio de este apartado, conviene citar también, aunque se aleje del objetivo inicial de este trabajo, la utilización de la música en el ámbito hospitalario y clínico para el manejo y control de situaciones estresantes para el paciente. Así, está descrito el beneficio de la música frente a la ansiedad y el dolor en cardiópatas56-61, pacientes sometidos a angiografía cerebral62, cirugía torácica63, ventilación mecánica64, procesos diagnósticos gastrointestinales (colonoscopia y gastroscopia)65-67, pacientes afectados de neoplasias68, pacientes terminales en unidades de cuidados paliativos y clínica del dolor69, etc.
Música más apropiada para acompañar el ejercicio
Merece un pequeño capítulo aparte un excelente trabajo de Karageorghis et al: el Cuestionario de Valoración Musical de la Universidad de Brunel (The Brunel Music Rating Inventory). Los autores desarrollaron un cuestionario a partir de unas encuestas distribuidas entre 334 instructores de aeróbic y 314 practicantes habituales. En él se les pedía que cuantificasen, de 1 a 10 (1: no importante, 10: muy importante) la importancia de una serie de 13 ítems (entre ellos ritmo, cantante/grupo, relación con una película/vídeo musical, asociación de la música con la actividad física, etc.), para puntuar una canción determinada y así valorar el efecto motivador de ésta. ¿Podría ser ésta la herramienta necesaria (y definitiva) para lograr encontrar la música más adecuada para el desarrollo y la mejoría del rendimiento deportivo?
Anexo (extraído íntegramente de http://www.wikipedia.com)
Correspondencia:
Dr. Javier Yanguas Leyes.
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Correo electrónico: javier_yanguas@yahoo.es