Marta Moreu.
Desde el año 2000 he seguido con gran interés la obra escultórica de Marta Moreu, que ha estado presente de forma intermitente en la sala de arte Petritxol de Barcelona. Desde el principio, mi afición y dedicación al arte relacionado con el deporte me ha hecho ver en muchas de sus piezas personajes, actitudes y circunstancias claramente deportivas. En la inauguración de la exposición, verdaderamente antológica, del pasado noviembre tuve la agradable oportunidad de darme a conocer y saludar a la artista y conseguir poco tiempo después que me permitiera tratar sobre su obra en la web de Apunts de Medicina de l'Esport.
Marta Moreu nació en Barcelona en 1961. El ambiente familiar ayudó a despertar pronto un afecto vocacional para el arte, especialmente para la escultura. Siguió algunos cursos de pintura, diseño y modelado. En 1980 accedió a la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, donde, según escribe la biógrafa-crítica Conxita Oliver, aprendió a sintetizar y ordenar su vocación esencialmente autodidacta. Simultáneamente inició estudios de Magisterio en la Escuela Blanquerna de Barcelona. En 1983 obtuvo el Diploma de Profesora de Educación General Básica y en 1985 el Diploma de Bellas Artes, en la especialidad de Escultura.
Acabados los estudios universitarios, su afán para conocer otras vivencias plásticas y experimentar nuevas técnicas la lleva durante unos pocos años a frecuentes cambios de residencia. En primer lugar viajó a Minneapolis, donde trabajó en un taller de cerámica. Poco después la encontramos en Düsseldorf, estudiando el expresionismo alemán. Estas salidas le permitieron visitar numerosos museos y galerías de arte.
Desde 1987 está en Barcelona y compagina la enseñanza con trabajos de escultura por encargo, especialmente retratos. Poco a poco va centrándose en la actividad escultórica, compartiendo taller con otros artistas en Esplugues de Llobregat, con lo que disminuye el tiempo dedicado a la enseñanza.
En 1992 está en París y durante un año trabaja intensamente en un pequeño estudio de la rue Lavoisier, donde comienza a mostrar su lenguaje artístico más personal. Vuelve a Barcelona, donde continúa la tarea escultórica. Participa en varias exposiciones individuales y colectivas en Barcelona y Madrid. Se traslada a esta ciudad en 1994, prolongando la estancia hasta finales de 1996; durante estos años comenzó a trabajar en la fundición de Arganda del Rey, con la cual ha seguido colaborando hasta la actualidad. Es aquí donde descubre las enormes posibilidades técnicas que le ofrece el bronce, que le permiten abandonar la arcilla, la madera y la piedra, materiales que hasta entonces había utilizado. Este hecho le facilitó llevar hasta el límite algunos aspectos del movimiento de sus esculturas, que los citados elementos le dificultaban. Además, la colaboración con esta fundición le permitía algo que la artista siempre había deseado: vivir y supervisar estrechamente los trabajos de fundición hasta obtener la pieza definitivamente materializada.
De nuevo en Barcelona, se estableció en un taller del barrio de Sarrià, en una gran nave que le facilitaba la creación de los grandes formatos que le eran solicitados por las galerías de Estados Unidos. En el transcurso de aquellos años presentó diferentes exposiciones en Barcelona y en Bruselas.
El 1999 está otra vez en París, donde, aparte de trabajar, contacta con galerías de Francia, de Bélgica y de Estados Unidos. El regreso a Barcelona es desgraciado: el incendio del camión que trasladaba a casa la obra parisina representa un golpe material muy fuerte, aunque en modo alguno repercutió en lo que había conocido y aprendido en aquellos años.
Pienso que este resumido retrato biográfico, que ha de completarse con frecuentes viajes a China, a África o a la India, y muy especialmente con una vida familiar enraizada, demuestra un modo de ser hiperactivo, que ella reconoce en sus reflexiones, con una capacidad de trabajo interminable y una voluntad máxima y constante.
Según sabemos, Marta Moreu tiene una afición y práctica antigua de la danza y de determinados deportes voleibol, surf, windsurf, rugby, natación, tenis, yoga, esquí y vela, alguno de los cuales (como los dos últimos) todavía cultiva, mientras sigue asistiendo al gimnasio con regularidad. Nos consta que han sido una gran ayuda para controlar el estrés y la ansiedad, porque le proporcionan relajación y energía. Este espíritu deportivo lo ha transmitido a la familia.
No soy crítico sino historiador de arte y, por tanto, pienso que es mejor que sean sus propias palabras las que nos ayuden a conocer y entender las características de la su obra. No recuerdo ningún artista que haya sido capaz de escribir unes reflexiones como las que Marta Moreu publica en el libro que presenta su trabajo. Transcribiremos literalmente algunos puntos del citado artículo:
"Hacer escultura es un acto de creación [...]. Es divertido crear una cosa de nada [...]. He escogido el bronce como material definitivo, ya que gracias a su nobleza y resistencia soportará mejor el paso del tiempo y me sobrevivirá quizá durante siglos [...]. Toda mi obra ha sido creada de una manera natural, algunas veces de manera irreflexiva, probablemente surge de mi subconsciente [...]. Disfruto con la escultura africana y el arte egipcio, pero me identifico con la expresividad y el romanticismo de Rodin y la espiritualidad y austeridad de Giacometti. Admiro la monumentalidad de Henry Moore y me atrae el sentido de la proporción que tenía Manolo Hugué. La perfección de la escultura de Miguel Ángel me impactó de tal manera que ya no he podido desligarme de sus raíces clásicas [...]. Intento conseguir que mi arte sea universal y comprendido por gente de diferentes nacionalidades, razas, sexo y edad [...]. Escultura figurativa porque represento realidades concretas pero no necesariamente de una manera realista, es decir, tal como son, sino tal como las veo [...]. Mi realidad no es objetiva, pero mi obra continúa siendo figurativa [...]. Dicen que la escultura se ha deteriorado porque no ha sabido desligarse, como la pintura, de la su raíz clásica, pero yo creo que si se desliga completamente de esta raíz deja de ser escultura [...]. Busco resoluciones insólitas para mis personajes haciendo que hagan cosas que están fuera de su contexto... Una trapecista sobre un monociclo demasiado alto, animales realizando tareas humanas como ir a la faena, jugar a fútbol... [...] Utilizo la deformación, alargando extremidades más de la cuenta, variando proporciones [...]. La rueda simboliza la fugacidad y la velocidad, la rapidez inevitable con que pasa el tiempo, la rueda continúa avanzando y no la podemos detener [...]. El movimiento y la velocidad están muy presentes en mi estilo, ya que por mi carácter hiperactivo soy incapaz de realizar una escultura estática. Mis personajes corren, bailan, saltan, hacen difíciles equilibrios, flotan en el aire, casi nunca tienen los dos pies en el suelo [...]. A veces utilizo algunos recursos para favorecer esta sensación de movimiento, como modelar el pelo en la misma dirección del viento [...]. La verticalidad es un concepto importantísimo en escultura, es necesario que las esculturas no den la sensación de que han de caer [...]. Estas figuras que desafían la gravedad están en permanente equilibrio, buscando el contrapeso para no caerse [...]. En muchas figuras hay una ambigüedad de sexo que las hace ambivalentes [...]. Todos mis personajes buscan respuestas y se preguntan sobre su porvenir y sobre el sentido de su existencia. Buscan la espiritualidad a través de la religión o la mitología [...]. Nadie puede huir de su destino, nuestra vida es un viaje que comienza con nuestro nacimiento."
Los personajes de Marta Moreu están desnudos, sus cuerpos son delgados y esbeltos, tienen las extremidades alargadas y sus rostros carecen de facciones, están muy lejos de las figuras clásicas. La materia es tosca y da la sensación de movimiento continuado. Esta impresión la produce la huella de los dedos de la artista y de las herramientas durante el modelado textual de las obras. Las pátinas proporcionan a las piezas tonos cromáticos diferentes (rojizos, ocres, verdosos) que, en muchas ocasiones, se mezclan colaborando en el aspecto tosco de la materia.
Las temáticas de las obras están relacionadas con las fuentes de inspiración de la artista. Por un lado, la motivación le llega del mundo cotidiano y de su entorno; son elementos importantes la familia, los viajes, el circo y el deporte, que, como ya hemos señalado, tenía y tiene una importante significación en su vida, aunque no se refleje en la titulación de las piezas que, generalmente, es más trascendente, y sobre todo por la afición a la música y la ópera clásica (siempre trabaja en ambiente musical): algunas obras llevan el nombre de óperas como Ophelia, Fausto o El Oro del Rhin. Por otro lado, la imaginación es una fuente inagotable de motivos de inspiración. Es el caso de supuestas acciones de levitación y de ascenso a escaleras interminables, que sugieren un equilibrio que desafía la gravedad; la figura de la mujer es protagonista en un papel de diosa o de ninfa de fábulas mitológicas típicamente mediterrá-neas; el denominado bestiario, verdadera humanización de numerosos animales como caballos, toros, perros, ciervos, conejos, gacelas, monos, ovejas y jirafas,
representados siempre en bipedestación, enfrentados a la verticalidad, mientras rea-lizan alguna acción propia de los humanos. La representación de híbridos, como los centauros y el minotauro, contribuye a la humanización de los animales, o quizá a la bestialización de los hombres.
Algunos pocos personajes de la obra de Marta Moreu pertenecientes al campo del deporte están perfectamente diferenciados por las denominaciones: El biciclo, El gran biciclo, Jugando a fútbol, Arquero, Saltando a cuerda, Surfistas, Jugando a la pelota. Como afirma Conxita Oliver, "la respuesta cognitiva al visualizar una obra será diferente según la perspectiva cultural, intelectual y humana del receptor". En este sentido, mi interés y mis conocimientos en el análisis del gesto deportivo me hacen ver que una mayoría de las obras de Marta Moreu "respiran" deporte. Así, en Acrobatics I (fig. 5) veo un gimnasta trabajando en las paralelas; en Hombre sobre arco IV (fig. 6), un jugador de baloncesto lanzando a la canasta; en La fuga (fig. 7), una gimnasta sobre la barra fija; en Narciso (fig. 8), un ejercicio gimnástico sobre tierra; en Mujer al viento (fig. 9), una corredora de velocidad; en Atrapando el más allá (fig. 10), un futbolista chutando una pilota de bolea; en Viaje III (fig. 11), un corredor de fórmula 1; posiblemente los personajes más impresionantes en sentido deportivo son La droga (fig. 12), donde los dos protagonistas plasman un perfecto, aunque insólito, relevo atlético. Puedo encontrar muchos otros casos, pero afirmo que de ninguna manera quiero desvirtuar los títulos, muchas veces enigmáticos, que la autora, seguramente arguyendo factores metafísicos, ha otorgado a sus fantásticas esculturas. Únicamente pretendo demostrar que el gesto deportivo tiene una entidad artística suficientemente importante para ser visto e interpretado de manera figurativa, pero no realista, por una artista como Marta Moreu.
Figura 1Arquero II (2002). Bronce. 34 × 35 × 10 cm.
Figura 2Jugando a fútbol (2001). Bronce. 51 × 30 × 18 cm.
Figura 3Surfista I (2003). Bronce. 14 × 28 × 10 cm.
Figura 4El gran biciclo (2005). Bronce. 170 × 130 × 41 cm.
Figura 5Acrobatics I (1995). Bronce. 151 × 35 × 16 cm.
Figura 6Hombre sobre arco IV (2000). Bronce. 161 × 137 × 25 cm.
Figura 7La fuga (2003). Bronce. 42 × 35 × 24 cm.
Figura 8 Narciso (1999). Bronce. 21 × 25 × 15 cm.
Figura 9Mujer al viento (1996). Bronce. 65 × 35 × 13 cm.
Figura 10Atrapando el más allá (2005). Bronce. 46 × 90 × 70 cm.
Figura 11Viaje III (1998). Bronce. 35 × 54 × 10 cm.
Figura 12La droga. Bronce. A) Hombre. 240 × 20 × 60 cm; B) Mujer. 225 × 20 × 55 cm.