La muerte súbita en el deporte es un fenómeno de fuerte impacto que puede presentarse en deportistas de todas las edades y categorías. La repercusión mediática de un acontecimiento tan trágico guarda estrecha relación con la popularidad y el reconocimiento social del tipo de deporte. Esta circunstancia contribuye, en gran medida, a desdibujar la realidad del problema. Los juicios y opiniones que se pronuncian en momentos dramáticos no contribuyen en lo más mínimo a la objetividad, que es precisamente lo que debe prevalecer para establecer las medidas de prevención más adecuadas.
El editorial publicado en APUNTS "Muerte súbita y prevención del riesgo cardiovascular"1 ha merecido unos comentarios de los doctores Pons de Beristain y Manonelles, miembros del "Comité de Estudio del Registro Nacional de Muerte Súbita en Deportistas" a los que tengo que agradecer su contribución a clarificar el problema2.
Bajo un punto de vista personal considero que la lectura que se hace del mismo no se ajusta, en rigor, a la idea que se ha querido enviar a todos los médicos y en particular a los especialistas en Medicina de la Educación Física y el Deporte. Sería muy ostentoso por mi parte pretender que esta misma idea también llegara a la sociedad sin otra finalidad que contribuir a reducir la inquietud que se llega a generar ante los episodios de muerte súbita en el deporte.
Nadie pone en duda, y por supuesto no se discute, que se producen episodios de muerte súbita en deportistas, generalmente durante el esfuerzo físico. Antes de entrar en el contenido del citado editorial me gustaría introducir algunas referencias que son claves para comprender el problema que tanto preocupa a todos, en especial a los que trabajamos en el ámbito del deporte.
El trabajo de Maron "Muerte súbita en jóvenes deportistas"3, publicado en 1980, es una de las referencias clásicas de mayor relieve que ha permitido orientar el fenómeno de la muerte súbita por el camino más realista. Sobre 28 casos de muerte súbita, en 28 se documentó la presencia de cardiopatía estructural y sólo en un caso no se llegó al diagnóstico. El estudio, a mi juicio, debería tener otro título que se aproximaría más a la realidad: "Muerte súbita en jóvenes deportistas con cardiopatía". En otro registro de 100 episodios de muerte súbita no traumática, en 99 se identificó la presencia de cardiopatía orgánica clínicamente significativa y en un caso se diagnosticó hemorragia subaracnoidea4. Furlanello5, en una serie de 16 deportistas que presentaron muerte súbita recuperada, demostró que 8 de ellos tenían cardiopatía orgánica, 5 síndrome de Wolf-Parkinson-White con fibrilación auricular, 2 síndrome del QT largo y un caso presentaba fibrilación auricular paroxística con bloqueo avanzado sintomático.
Las referencias bibliográficas sobre muerte súbita en el deporte demuestran que la gran mayoría de los casos estaban afectados de cardiopatía orgánica clínicamente significativa o de alteraciones en la conducción que provocaban arritmias graves.
Una de las tareas más importantes que incumbe al médico del deporte es la prevención del riesgo cardiovascular con sus conocimientos clínicos, la exploración física y utilizando las técnicas complementarias más adecuadas. Si su labor es eficaz y se consigue identificar a todos los deportistas con cardiopatía estructural significativa o con alteraciones del ritmo o de la conducción con sustrato anatómico alterado, la incidencia de muerte súbita es, como se decía en el editorial, insignificante o, si se prefiere, muy baja.
Otra de las tareas encomendadas al médico del deporte es la supervisión de los programas de entrenamiento, valorando si son correctos y se adaptan a las posibilidades reales de un deportista. El desajuste puede originar el fenómeno del sobreentrenamiento que ocasionalmente tiene repercusión cardiovascular con presentación de arritmias potencialmente peligrosas6,7.
En resumen, la evidencia demuestra que si se llega al diagnóstico de las enfermedades cardiovasculares responsables de episodios de muerte súbita y los programas de entrenamiento están dentro de los límites fisiológicos de tolerancia y adaptación al esfuerzo, la probabilidad de riesgo cardiovascular es un fenómeno muy poco frecuente.
El mensaje que debemos transmitir a la sociedad es que el deporte en todas sus manifestaciones es una esperanza en la promoción y mejora de la salud, base del rendimiento físico. La eficaz labor del especialista en Medicina del Deporte diagnosticando la enfermedad y supervisando el entorno del deportista desde los entrenamientos a su estilo de vida, es la mejor garantía para situar los episodios de muerte súbita en el lugar que les corresponde.
Nota del director. Con esta carta, la revista APUNTS da por concluido este debate.