Desde hace muchos años hemos colaborado con la revista Apunts en un espacio titulado "Cuando el deporte se hace arte". Por él han pasado artistas como Ramon Casas, Pablo Picasso, Joan Miró, Henri Toulouse-Lautrec, Fernand Léger, Salvador Dalí, Rosa Serra, Jordi Alumà, etc., y su obra de temática deportiva. Pienso que el artículo que hoy presentamos corresponde perfectamente a este espacio de deporte y arte. Pocas veces un deporte se transforma directamente en arte como ocurre en la denominada natación sincronizada, a la cual quizás sería más adecuado darle el apellido de artística. En este deporte participa siempre la música y, simultáneamente, unas series de movimientos armónicos y artísticos que ejecutan en la piscina, individualmente o en grupo, unas chicas jóvenes y bonitas, vestidas con bañadores de líneas, formas y estructura clásica, de ropa generalmente estampada, rutilante y espectacular.
La historia que explicaremos se inicia en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat un día del mes de febrero de 2004, año olímpico. Un pequeño grupo de técnicos, entre los cuales se encontraba Anna Tarrés seleccionadora, entrenadora y coreógrafa de la selección española de natación sincronizada, conversaba sobre el posible argumento para la participación del equipo en los Juegos Olímpicos de Atenas. Manuel Leiva, diseñador de una empresa de vestuario para nadadores, recordó que aquel año se conmemoraba el centenario del nacimiento de Salvador Dalí y propuso dedicar la actuación olímpica al artista de Figueres. En el concurso preolímpico del mes de abril se decidió aceptar la propuesta.
En primer lugar se tenía de buscar y encontrar una música adecuada. Alguien hizo llegar a Anna Tarrés tres CD que contenían las melodías de una ópera de Salvador Dalí de 145 minutos de duración, poco conocida, titulada Être Dieu (Ser Dios). Dalí había comenzado a escribir el libreto en los años veinte, cuando el movimiento surrealista estaba emergiendo. El proyecto quedó detenido ante el éxito mundial del artista como pintor. No fue hasta 1972 que Dalí quiso acabar la obra. Lo consiguió gracias al estímulo de Oriol Regás, a la ayuda del escritor y periodista Manuel Vázquez Montalbán en el libreto y del compositor Igor Makévich. Être Dieu es una composición única y extravagante donde se combina una mezcla de percusiones, jazz-rock, música electrónica, canto coral y arias en las que destaca la histriónica voz de Dalí. Está editada en forma de un triple CD, donde participan coro, orquesta y banda de rock, el mismo Dalí y diversos narradores y cantantes. Jesús Rocosa seleccionó del conjunto de la ópera aquellas partes en las que el genio de Port Lligat interviene hablando en catalán; en total son 16 pequeños fragmentos donde se pueden escuchar canciones populares, refranes más o menos atrevidos o referencias a Gala, a la cual tilda de mujer antimusical. Salvador Niebla, famoso percusionista y compositor, habitual colaborador de los montajes de natación sincronizada, se inspiró en esta ópera daliniana para crear la partitura de la obra titulada Dalí para el lucimiento de nuestras nadadoras.
Decidida la música, comienza el trabajo de inventar la coreografía. Conseguida una primera sintonización entre ejercicios y armonía, se precisa una revisión cuidadosa del resultado obtenido, realizada conjuntamente por la entrenadora-coreógrafa y el compositor, que necesitan tener entre ellos una gran compenetración, extensiva a las nadadoras. Se pretendía obtener durante la representación un verdadero ambiente daliniano. Para conseguirlo se formaron complicadas figuras acuáticas inspiradas en las obras más representativas del pintor. Esto representaba horas y horas de dura labor para llegar a un resultado perfecto.
Quedaba un elemento muy importante: crear un bañador relacionado con la obra. Se consideró que nada sería mejor que estampar una buena fotografía del rostro de Dalí sobre el bañador. No fue fácil encontrarla y obtener el permiso para serigrafiarla. Los derechos de imagen, gestionados por la empresa daliniana en Nueva York, eran prohibitivos. Entre las fotografías seleccionadas, parecía muy apropiada una en la cual Dalí se coloca una estrella de mar sobre el ojo izquierdo. La obra, depositada en la Fundación Dalí, era propiedad de les hermanas Miserachs; gracias al asesoramiento de Víctor Font Bas, familiar del artista, se consiguió el consentimiento 3 semanas antes de los Juegos Olímpicos. Cuando faltaban 15 días para comenzar, con los bañadores ya realizados, surgió un nuevo contratiempo; en la parte posterior de las piezas se había colocado el apellido Dalí: es norma del Comité Olímpico Internacional prohibir la exhibición de nombres comerciales, y Dalí es una marca registrada. Fue necesario confeccionar de nuevo los bañadores.
En un artículo publicado después de colaborar con Dalí en el libreto de Être Dieu, Vázquez Montalbán explicaba su visión del personaje: "Ahora, el que fue excelente pintor, incluso uno de los creadores de la sensibilidad estética de entreguerras, es, sobre todo, una cosa cultural y social. Creo que Dalí es perfectamente consciente de esto y que precisamente por ser consciente saca un partido económico y publicitario sensacional a su especial situación de hombre anuncio de sí mismo". Sin duda, de estar vivo, Dalí no habría puesto ningún impedimento a que su rostro figurara en los bañadores de nuestras impresionantes nadadoras; ¿qué mejor anuncio era para él que éstas fueran vistas por los millones de televidentes de los Juegos Olímpicos de Atenas?
La actuación del equipo comenzaba con la voz de Dalí que proclamaba "El amor y la guerra son la sal de la tierra", inmediatamente se lanzaban a la piscina y sonaba la música... (vídeo 1).