Introducción
El modelado y remodelado óseo presentan unas características individuales en función de la raza y la herencia. Están condicionados por una serie de factores nutricionales, mecánicos y hormonales. La incidencia sobre estos factores condicionantes puede predisponer a la pérdida o a la mejora y/o al mantenimiento, en función de la etapa de la vida, de la calidad y cantidad de hueso.
La actividad física en relación al peso estimula el aumento óseo, mientras que la inmovilidad conduce a la pérdida acelerada1,2. Se han de tener presentes las características del ejercicio para poderlo correlacionar con la cantidad de los beneficios. La intensidad y el tipo de ejercicio tienen importantes repercusiones sobre la masa ósea, y éstas son específicas de la región anatómica principalmente implicada en el trabajo.
Características de la carga mecánica que influyen sobre la masa ósea
La respuesta del esqueleto a una fuerza depende de la magnitud, la velocidad, la distribución y la repetición de la deformación en un determinado hueso.
La magnitud de la deformación podría definirse como el cambio, en porcentaje, de la longitud del hueso que se somete a una fuerza mecánica. Las actividades que provocan fuerzas máximas elevadas, o gran magnitud de deformación, parecen influir más sobre la masa ósea que las actividades que aplican un número elevado de ciclos o repeticiones3,4.
La velocidad de la deformación es la rapidez en que ésta aparece y se libera. Las deformaciones rápidas son las más eficaces a la hora de obtener del hueso una respuesta de adaptación máxima5. En relación con esta afirmación, Umemura et al6, en un trabajo de laboratorio con ratas, compararon el entrenamiento de salto con el entrenamiento de carrera y vieron que el salto se asociaba a una mayor velocidad y magnitud de deformación, además de desencadenar una respuesta ósea positiva con una mayor eficacia que la carrera.
La distribución de la deformación describe la forma en que ésta se ordena en una sección del hueso. Existe la teoría de que las deformaciones anómalas de distribución heterogénea tienen más posibilidades de estimular la osteogénesis que las deformaciones repetitivas producidas por las actividades cotidianas7.
Los ciclos de la deformación expresan el número de repeticiones de la fuerza que cambian las dimensiones del hueso con una magnitud determinada. A pesar de que se necesita un número mínimo de ciclos de fuerza para obtener una respuesta positiva del hueso, la trascendencia del número de ciclos de deformación parece ser menor que la velocidad o la magnitud de la deformación8-10.
Tipo de ejercicio realizado y su influencia sobre la masa ósea
Por lo que se desprende de lo expuesto anteriormente, las características de la carga mecánica que tienen una mayor influencia sobre la densidad ósea son la magnitud, la velocidad y la distribución heterogénea de la deformación. El estímulo más importante en el hueso se produce cuando las cargas exceden las habituales, y es más importante la intensidad que la duración11,12. Principalmente las cargas de distribución inusual (en relación a la versatilidad de los movimientos), en alta proporción y magnitud, parecen ser particularmente estimulantes de la osteogénesis si se comparan con cargas más ligeras, aunque estas últimas se apliquen de forma repetida13. Así pues, el ejercicio acíclico que suponga una carga mecánica y/o un impacto musculoesquelético importante tiene un efecto especialmente osteotrófico, como se ha podido constatar en trabajos en los diferentes grupos de edad, que se referenciarán a lo largo de este artículo. El ejercicio físico que parece tener un mayor potencial osteogénico es el que incluye saltos no estereotipados, en diferentes trayectorias.
La actividad física de bajo impacto, que implica escasa sobrecarga mecánica, no parece tener ninguna ventaja en la consecución de una mayor masa ósea en relación a los grupos de sujetos que no realizan ningún tipo de actividad. La acumulación en el tiempo de actividad física de bajo impacto no parece, tampoco, tener repercusiones favorables en la masa ósea. Así lo demuestran estudios que comparan la masa ósea de deportistas de disciplinas acuáticas en relación a la de controles inactivos14-16. En contrapartida, algunos autores, como Bailey et al17, han encontrado que los valores de masa ósea de nadadores, en zonas de carga, es incluso inferior de la de los controles inactivos.
Cabe mencionar que Matkin et al18 encontraron diferencias de sexo en la asociación entre diversos tipos de actividades físicas y la masa ósea en diferentes localizaciones en una población con un rango de edad entre los 9 y los 25 años. En las niñas y mujeres jóvenes, sólo la actividad con carga del peso corporal se correlacionó de forma positiva con la densidad mineral ósea (DMO), mientras que en los varones esta correlación se manifestó también en las actividades físicas en las que no había carga del peso corporal.
Se puede aceptar, según la literatura que se revisará en el apartado de deporte y masa ósea, que el entrenamiento de alto impacto proporciona un mayor estímulo para aumentar el contenido mineral óseo que deportes aeróbicos como la natación y el atletismo. De todas formas, tal y como apuntan Alfredson et al19, el entrenamiento aeróbico se puede contemplar como una alternativa al ejercicio físico de alto impacto (normalmente de predominio anaeróbico), ya que, a pesar de que las consecuencias de este tipo de trabajo son inferiores para la DMO, se pueden encontrar beneficios en zonas que tienen un valor clínico importante como son la cadera y la columna lumbar, especialmente si el entrenamiento aeróbico se realiza a través de una actividad como es la carrera, que implica una carga vertical sobre la extremidad inferior, al soportar el peso del propio cuerpo. Por tanto, dentro de la amplia gama de actividades y/o ejercicios que se realizan movilizando la carga del propio cuerpo y que son beneficiosos para la adquisición ósea, los de alto impacto son los que repercuten en un mayor beneficio para la masa ósea y la geometría del hueso20.
Además, se ha de tener presente que el entrenamiento aeróbico se realiza habitualmente mediante diferentes tipos de desplazamiento que representan una actividad cíclica y que, por tanto, no implica una distribución anómala y heterogénea de la deformación que supondría un mayor efecto osteogénico.
Por lo que respecta al tipo de contracción muscular, está bien establecido que son necesarias cargas dinámicas con el fin de influir sobre la masa ósea21; así pues, el trabajo muscular de predominio dinámico será el que tendrá una mayor repercusión sobre el hueso delante del trabajo muscular de predominio isométrico. En el estudio de Woitge22 se encontró, además, que la contracción muscular dinámica excéntrica producía un mayor beneficio para la masa ósea que la contracción muscular concéntrica, seguramente en relación a la capacidad de generar más fuerza y, por tanto, al imprimir una mayor deformación en la zona de inserción muscular.
Influencia de las actividades de salto sobre la masa ósea
Las actividades que incluyen saltos parecen tener un mayor potencial osteogénico, que se manifestará principalmente en las etapas en que el organismo es más receptivo a los beneficios del ejercicio físico.
Diversas pruebas controladas han mostrado que diferentes períodos de actividad de salto aumentan la masa y el área ósea en la edad prepuberal o peripuberal. Sujetos que saltaban tan sólo algunos minutos (entre 10 y 25 min, según los estudios) 3 veces a la semana durante 7-8 meses ganaban más masa ósea en la cadera y en la columna lumbar que otros en el grupo control23-26. Las ganancias observadas en este período corto de estudio se mantienen o aumentan si la intervención se alarga en el tiempo (hasta 2 cursos escolares) con la misma pauta de trabajo27. En esta etapa, especialmente sensible, la inclusión de programas de salto de corta duración, fácilmente incorporables en el currículum de educación física en la escuela, puede contribuir a incrementar las ganancias óseas.
En la etapa pospuberal también se observan los beneficios de programas de ejercicio físico en los que se realizan diferentes actividades de salto con pautas comparables a las expuestas anteriormente28 y con la utilización de cargas adicionales en la ejecución de los ejercicios29.
Los beneficios para el hueso de los ejercicios de salto vertical se han podido constatar, también, aunque en menor cuantía, en mujeres premenopáusicas, con un incremento de la DMO femoral del 2,8%. Sin embargo, un programa equivalente de ejercicios breves de alto impacto se observó que no producía beneficios en el período posmenopáusico30.
Magnitud de la carga de trabajo y duración de la exposición
Al determinar la influencia de los componentes de la carga de entrenamiento sobre el hueso, queda patente que la intensidad del ejercicio tiene una mayor relación con la masa ósea que el volumen del trabajo. Aun así, es necesario plantearse cuál es el volumen de trabajo semanal necesario para que se produzcan adaptaciones en la masa ósea, teniendo presente que siempre estarán en relación con la intensidad de la carga aplicada. Estudios controlados en los que se quería constatar la eficacia de la aplicación de un programa de fuerza-resistencia encontraron que 3 sesiones semanales de unos 45 min, si se aplicaban durante un año, eran suficientes para estimular la adaptación del hueso31. En cambio, programas similares seguidos durante menos tiempo (entre 20 y 26 semanas)32,33 no eran suficientes para incrementar la masa ósea. Estudios de intervención con diferentes actividades de salto23-26 encuentran beneficios con la aplicación de un programa con un volumen de trabajo sensiblemente inferior, 3 sesiones semanales de entre 10 y 25 min de duración, pero con una actividad de muy alta intensidad.
Karlsson et al34, en un estudio con jugadores de fútbol vieron que los beneficios más grandes para la masa ósea se encontraban cuando la carga semanal estaba por debajo de las 6 h de entrenamiento. En el rango de 0-6 h de entrenamiento semanal encontraron que las ganancias de DMO en el cuello femoral eran del 3,3% por hora de entrenamiento; en cambio, por encima de las 6 h las ganancias sólo eran del 0,7% por hora de entrenamiento.
Cuando el ejercicio se vuelve muy extenuante, los beneficios para el hueso se pueden ver minimizados o incluso anulados35,36. Demasiado ejercicio, especialmente en las chicas, puede tener efectos negativos sobre el crecimiento óseo, especialmente cuando la actividad física se acompaña de pérdida de peso corporal y reducción de las hormonas sexuales que llevan a la interrupción de la menstruación.
Por otro lado, queda por determinar con firmeza cuál puede ser el efecto acumulativo sobre el hueso del ejercicio de alto impacto, ya que los estudios controlados en la mayoría de casos no superan el año. En este sentido cabe mencionar los trabajos de Nurmi-Lawton37, Laing38 y Gustavsson39, que en diferentes estudios prospectivos, todos de 3 años de seguimiento, vieron que se mantenían (o incluso mejoraban) los beneficios del entrenamiento intenso en disciplinas de impacto (gimnasia deportiva, hockey hielo y bádminton).
Se puede llegar a intuir, además, un beneficio a largo plazo al valorar los resultados de estudios transversales que comparan los valores de masa ósea de deportistas de diferentes disciplinas, y con diferentes niveles de impacto, con una historia previa de exposición a este tipo de trabajo15,20,40.
Deporte y masa ósea
En un estudio de revisión41 de diferentes trabajos hechos con deportistas de elite y personas que realizaban mucho ejercicio que incluyera el entrenamiento de fuerza, y en ausencia de amenorrea o de escasa nutrición, se ha podido constatar que se llegaba a obtener hasta un 10-30% más de densidad ósea en las zonas de carga que en los sujetos inactivos. Asimismo, deportistas de disciplinas en las que son frecuentes los saltos en diferentes trayectorias, como es el caso del voleibol, baloncesto, bádminton, gimnasia deportiva, etc., son los que obtienen un mayor beneficio en el incremento de la masa ósea, especialmente en las zonas de carga42-44.
Dentro de los deportes competitivos son diversos los estudios que apoyan la tesis de que las disciplinas que incluyen actividades de impacto vertical, en las que se ha de soportar el peso del propio cuerpo, son más beneficiosas para la masa ósea que aquellas en las que no hay impacto, como la natación. En la mayoría de estos estudios se valoran en un momento determinado las consecuencias, para el hueso, de la exposición previa a un programa de entrenamiento de disciplinas deportivas de diferente impacto15,43,45-48. Ya en 1990, Risser et al44, al comparar la DMO de deportistas de diferentes especialidades (jugadoras de voleibol, baloncesto y nadadoras) y controles inactivas, pudieron relacionar unos mayores registros de DMO con la práctica de actividades deportivas que suponían impacto vertical (baloncesto y voleibol), mientras que la DMO de las nadadoras no era mayor que la de las componentes del grupo control, inactivo físicamente. De la misma manera, se ha podido constatar que deportistas de elite de disciplinas acuáticas no tienen una masa ósea mayor en las zonas de carga que otras personas no atletas del grupo control15,16,45. Estas observaciones recalcan la importancia del alto impacto de la actividad como estímulo para la formación ósea.
Hay un gran número de trabajos publicados que estudian las repercusiones sobre la masa ósea de la práctica de la gimnasia deportiva36,38,49-53. Esta disciplina reporta beneficios para el esqueleto axial y apendicular, tanto en el tren superior52 como en el inferior. Sin embargo, a veces los beneficios están modulados por la influencia negativa de programas de entrenamiento muy intensivos36 y por las alteraciones hormonales y menstruales que ocasionalmente padecen estas deportistas.
Efectos del ejercicio en relación a la región ósea
La respuesta del hueso a la carga mecánica suele ser local y no generalizada en todo el esqueleto, y en este sentido hay un cierto paralelismo con las adaptaciones musculares derivadas del entrenamiento de la fuerza que también se manifiestan a nivel local. Las actividades con soporte del propio peso corporal, que suponen una mayor implicación del tren inferior, tienen una repercusión más importante en la columna lumbar y en la cadera. En contrapartida, las actividades que solicitan de forma específica el tren superior o la extremidad y/o lado dominante obtienen beneficios sólo en estas localizaciones.
En un estudio transversal con una muestra de deportistas de diferentes disciplinas54 se comparó la DMO de la extremidad inferior y superior (la dominante y la contralateral), y se pudieron observar diferencias en la DMO de la extremidad dominante y la contralateral de forma generalizada. Estas diferencias se hacían más ostensibles en las disciplinas que implicaban una práctica unilateral (tenis, béisbol, fútbol) frente a las que la actividad era más simétrica (carrera, baloncesto, voleibol). Las diferencias en la adaptación ósea entre uno y otro lado, en relación a la especificidad deportiva, aumentan en función del nivel de entrenamiento del deportista55.
En estudios en los que se valoran las diferencias entre la masa ósea de una extremidad y su contralateral, en disciplinas deportivas unilaterales, como pueden ser los deportes de raqueta, se ha podido contrastar que los beneficios para la masa ósea son también unilaterales, confirmando las adaptaciones específicas según el área mayormente implicada en el ejercicio56. Haapasalo et al57 encontraron que estos beneficios, además de ser unilaterales, no se hacían claramente evidentes hasta el pico de crecimiento de la adolescencia o el estadio III de Tanner, y siempre condicionados por la duración de la carrera deportiva y la frecuencia de los entrenamientos.
Estas adaptaciones óseas diferenciadas entre un lado y el otro se hacen más evidentes si el inicio de la práctica deportiva asimétrica es precoz58. Las adaptaciones específicas en relación al ejercicio dependen del estado de maduración ósea de la región59.
En diferentes estudios con deportistas con disfunciones menstruales que pueden repercutir de forma negativa en la masa ósea, la mayoría de autores encuentran que el contenido mineral óseo es normal en las zonas de carga (columna lumbar y cadera). Se puede intuir, pues, que la carga mecánica de alguna manera compensaría, a nivel local, el efecto deletéreo sobre el hueso de las alteraciones menstruales y hormonales60-62.
Fuerza y masa ósea
La respuesta ósea local no sólo está en relación con la carga mecánica de cada región específica, sino que también se relaciona con la fuerza muscular. La asociación entre fuerza muscular y masa ósea es un punto controvertido, ya que los resultados de trabajos que han intentado establecer esta asociación son muy dispares.
Diversos estudios en relación a la práctica de diferentes disciplinas deportivas no encuentran que las ganancias en fuerza muscular vayan parejas a los incrementos de la masa ósea local42,63-66. Heinonen et al67 concluyeron que un programa de entrenamiento de fuerza unilateral de un año de duración no proporcionaba un efecto osteogénico suficiente, a pesar de los incrementos significativos de fuerza experimentados.
De otro lado, hay trabajos que encuentran asociación en-tre la fuerza muscular y las adaptaciones locales de la masa ósea68-71 y con la composición corporal regional y la DMO del área72,73. Sería una forma indirecta de relacionar las áreas mayormente solicitadas en las diferentes disciplinas deportivas y la fuerza muscular y la DMO de la misma área.
Nichols et al31, en un estudio controlado, llegaron a la conclusión de que el entrenamiento de la fuerza se puede contemplar como un potencial método para incrementar la masa ósea de los adolescentes, al encontrar que la aplicación de un programa de fuerza-resistencia de 30 a 45 min de duración, 3 veces a la semana durante 15 meses, incrementaba de forma significativa la fuerza en el tren inferior y la DMO en el cuello femoral. Blimkie et al32, en un trabajo también con chicas adolescentes (14-18 años), con una intervención de similares características al anterior pero de una duración de sólo 26 semanas, encontraron que a pesar de las ganancias significativas de fuerza no había incrementos significativos de masa ósea. Si-
milares resultados encontró Chilibeck33, que al aplicar un programa de fuerza de 2 sesiones semanales durante 20 semanas, observó mejoras en los registros de fuerza y de porcentaje muscular, pero no fue suficiente para mejorar la DMO y el contenido mineral óseo. De la valoración de estos estudios se podría intuir que se necesitan intervenciones con programas de entrenamiento de larga duración para poder establecer relación entre las ganancias de fuerza y de masa ósea.
Correspondencia:
Dra. Caritat Bagur Calafat.
Universitat Internacional de Catalunya (UIC).
Josep Trueta, s/n. 08195 Sant Cugat del Vallès. Barcelona. España.
Correo electrónico: abagur@csc.nic.es